Y es que vivimos dos vidas...
la real y la que el mundo virtual nos permite crear y aparentar.
En ocasiones nos sentimos tan vacÃos e insatisfechos con nuestra vida que sin darnos cuentas caemos en la trampa del mundo virtual el cual adoptamos como parte esencial de nuestra vida.
Vivimos conectados virtualmente a cada instante haciendo público todo lo que nos puede acercar de la manera que deseamos a los demás. Estamos tan inmersos en esta trampa que no nos imaginamos vivir desconectados de ese mundo ficticio. Incluso, idealizamos la vida de personas por lo que proyectan mediante el mundo virtual, cuando la mayorÃa de las veces su realidad es lo opuesto. Este mundo alterno establece unos estándares que seguirán propagando esos tantos sentimientos de insatisfacción e inconformismo que quizás estás sintiendo. Tampoco se puede negar que nos permite estar conectados con personas que están lejos, pero te pregunto... Cuántas personas con las que te relacionas virtualmente te buscarÃan por otros medios si desactivaras tu perfil?
El problema recae cuando dejamos aun lado las relaciones interpersonales cara a cara, las cuales van acompañadas de grandes vivencias memorables. Pues no nos permitimos vivir a intensidad el ahora ni conectar con el presente tanguible viviendo la vida real sin tenerla que compartir, en ocasiones de manera irreal al ojo del mundo virtual.